Los que por alguna razón leen

lunes, 6 de septiembre de 2010

María



Caminábamos con María por el paseo central, platicábamos de la vida, de lo difícil que era en algunas cosas.
Nos detuvimos a mirar uno jeans en una tienda, cuando de pronto escuchamos el eco de un fuerte disparo, a unos metros de nosotros.
Dos tipos de capucha negra con sólo los ojos descubiertos disparaban al aire y gritaban:
- ¡Al suelo todo el mundo…!
María se quedó paralizada, mientras yo tiraba de su mano, tratando de que se tendiese en el suelo a mi lado.

Por un segundo se me cerraron los ojos y al abrirlos vi como ella caía al suelo, su rostro quedo frente al mío, con su mirada ida, llena de terror y su cuerpo, tendido al fin y al cabo. La sangre corría del agujero de su frente.

El terror me tomo como su prisionero, los ojos se me nublaron y la cascada de lagrimas fue imparable, el cuerpo me temblaba y las manos me sudaban. Me cubrí el rostro con los brazos.
Unos nuevos gritos se escucharon:
- ¡Al suelo, todos al suelo! - ¡O quedarán como esta!
Vi a otros dos tipos salir de la tienda de zapatos que estaba unos cuantos metros más allá, cerca del asesino.
Miraron a todos lados y se perdieron en los pacillos del fondo.

A lo lejos nuevos disparos resonaron el todo el lugar y nuevamente el silencio reinó.