Los que por alguna razón leen

martes, 10 de enero de 2012

Dijiste que era importante

Hola.
Quiero agradecer a todos por tomarse el tiempo leer y comentar mis entradas.

Definitivamente el trabajo ha terminado por absorberme, estancando mis proyectos, quitándome las ganas y al termino del día me encierra en calabozos de labores no contempladas. En ocasiones veo que deja la puerta entre abierta y logro escaparme. En esta ocasión aprovecho de dejar esta entrada, en otras, aprovecho de comentar o leer algo por ahí.

En fin... vamos que el tiempo apremia y el trabajo ya casi se despierta... - De a poco los estoy visitando. 

Abrazos.
Cristofer
Imagen de la Web


Todo presagiaba que ese día cambiaría mi vida. El cielo estaba totalmente cubierto de nubes y no cesaba en su llanto silencioso. El frío arremetía con fuerza y única compañía que tenia en medio de la oscuridad que había bajo el árbol que me protegía de la lluvia, era el bao que salía de mi boca.
El parque estaba desierto y el rechinar del columpio que se movía al cruzar la calle, inquietaba de vez en cuando, también el chapoteo constante de las gotas que caían en alguna posa de agua y los esporádicos truenos aceleraban mi ritmo cardiaco. No se asomaba ni la idea de algún vehiculo bajando por la avenida central.
Era cerca de la media noche y ya tenias una hora y media de retrazo. Insististe en que esperara, que era urgente – ya no aguantabas más, dijiste al teléfono. Preocupado por ti, por mi, con la incertidumbre y el miedo de no tener la certeza de lo que pasaba; esperé a la mujer que amaba.
El árbol ya no era suficiente. Mi pelo estilaba y la gota me corría  entre la chaqueta de cuero café y la espalda. A lo lejos un estruendo. Se hizo el apagón (un rayo le dio a una entena) y las luces de emergencia se encendieron de forma automática. Cuando estas prendieron totalmente ya estabas al cruzar la calle. El entalle de tu abrigo, el toque de tu boina, tus botas negras y los guantes de piel, evidenciaban el gusto que tienes por la moda inglesa. Tu paraguas no me permitió ver de lejos, esos ojos pardos que tanto me gustan.
Te acercaste lenta y dubitativamente. Al contemplar la mueca de tus labios y la dureza de tus ojos, supe que después de ese momento no sería lo mismo para ambos.
Abriste tu bolso y en el Móvil marcaste un número al cual no alcánzate a hablar. Un minuto de silencio. Y al tiempo que la luz de un carro que apareció de pronto, dando la vuelta en la esquina de la plaza, encandilaba mis ojos, clocaste nuestra argolla de compromiso en mis manos. – Dijiste no puedo. –No preguntes. –No me llames. – No me busques.
Desde ese día tu teléfono Móvil no contesta. Hasta el día e hoy no entiendo ¿por qué?
El último recuerdo que tengo de ti, es el de tu partida en aquel coche de color negro y cristales polarizados, junto al pesar de la esperada sorpresa.