Quisiera que tus manos recorrieran mi cuerpo con la codicia de quien anhela por años, que tu piel se haga una a la mía y entre suspiros y jadeos nos perdamos. Quisiera que tu corazón se despojara de la carne y convertida en fiera salvaje, te adueñaras de cada páramo de mí ser.
Me gustaría que el fantasma de lo correcto se hiciera quimeras en nuestras mentes, dejando sólo la lujuria perenne y el frenesí de nuestros inconscientes. Hoy dejo que el deseo por tu piel blanca, por tu delicado empeine, por tu aroma de selva y de mujer silvestre se paseen libremente por los rincones de ese mundo retorcido al cual la ciencia llama mente, que me desoriente el recuerdo de tu sonrisa, tu figura normal y tu busto prominente.
Hoy dejo que mi gran simpático se deleite con la imagen de tu pelo y tus manos blancas, al verte.
Aun que todo el conjunto, me transforme en el esbirro que se deleita en las imágenes que aparecen, pronto se desvanecerá lo que no me pertenece.